Ictus

¿Qué es?

El ictus, o accidente cerebrovascular, es un problema de salud grave que ocurre cuando, de forma brusca, la sangre no llega al cerebro, ya sea porque una arteria cerebral se ha roto o se ha obstruido. Esto hace que las células no reciban el oxígeno necesario y las funciones que cumple esa parte del cerebro se vean alteradas de forma temporal o permanente.

Tipos de ictus: cuando el flujo de sangre al cerebro se detiene

Existen dos tipos:

  • Ictus isquémico: Una parte del cerebro no recibe sangre y se queda sin oxígeno. Esto puede ocurrir porque alguna arteria cerebral se ha obstruido por un coágulo (trombo) o por una placa de ateroma, es decir, una masa de grasa, colesterol y otras sustancias que se queda pegada en las paredes del vaso sanguíneo. Es la forma más frecuente de ictus, con un 80% de los casos.
  • Ictus hemorrágico: Sucede cuando una arteria se rompe y la sangre se escapa hacia el exterior del vaso sanguíneo. La hemorragia anula la función de esa parte del cerebro. Este tipo de ictus representa el 20% de los casos.

En ocasiones, la interrupción del flujo de sangre ocurre de forma temporal, lo que se denomina ataque isquémico cerebral transitorio (AIT). Los síntomas suelen durar unos minutos y la persona se recupera en menos de 24 horas. Aun así, es una urgencia médica, al igual que el ictus.

Factores de riesgo

Los factores de riesgo son aquellas características o modos de vida que se asocian a una mayor probabilidad de sufrir un ictus.

Lo que no podemos cambiar

Existen factores no modificables que predisponen a tener un ictus:

  • Sexo: Más frecuente en hombres que en mujeres, aunque la mortalidad es mayor en ellas.
  • Edad: El riesgo aumenta con la edad.
  • Etnia: Mayor riesgo en personas de origen afroamericano.
  • Antecedentes familiares de ictus.

Lo que podemos cambiar

  • Hipertensión arterial.
  • Enfermedades cardiacas: latidos irregulares del corazón (arritmia) que pueden producir coágulos de sangre que taponen arterias en el cerebro (embolia cerebral).
  • Diabetes mellitus.
  • Elevados los niveles de colesterol y/o los triglicéridos en sangre (dislipemias).
  • Consumo de tóxicos como alcohol, tabaco y otras drogas.
  • Sedentarismo o inactividad física.
  • Obesidad.
  • Estrés emocional.

¿Qué se puede hacer para evitar un ictus?

Aunque un ictus aparece de forma brusca e inesperada, se puede reducir el riesgo de padecerlo si se mantiene un estilo de vida saludable.

  • Aliméntate de forma variada y equilibrada. Recuerda incluir en tu dieta diaria frutas, verduras, legumbres, pescados y frutos secos naturales sin sal añadida (un puñado al día).
  • No fumes. Si decides dejar de fumar, puedes pedir ayuda al o la profesional de enfermería de referencia en tu centro de salud.
  • Limita el consumo de alcohol. El único consumo seguro es cero gramos.
  • Modera el consumo de café y té a 2 o 3 tazas al día.
  • Bebe unos 2 o 2,5 litros de agua al día, salvo que haya contraindicaciones.
  • Realiza actividad física adecuada a tus capacidades. Procura alcanzar 150 minutos semanales de una actividad aeróbica moderada, por ejemplo, caminar a paso rápido, andar en bicicleta, bailar o realizar tareas domésticas. También se pueden hacer 75 minutos semanales de actividad aeróbica intensa como correr, senderismo, deportes en equipo, baile aeróbico, nadar rápido. Además, se recomienda añadir mínimo dos días de ejercicios de flexibilidad, fuerza y equilibrio. Es preferible que posponer la actividad física si tienes cifras de tensión arterial por encima de 180/105mmHg, porque el ejercicio puede subir la tensión.
  • En caso de sobrepeso, intenta adelgazar. Si necesitas apoyo, el personal de enfermería de tu centro de salud puede ayudarte en el proceso.
  • Reduce el estrés. Para conseguirlo, puedes practicar técnicas de relajación como respiraciones abdominales o yoga.
  • Duerme o descansa al menos 8 horas al día.
  • Si tomas medicación, sigue la pauta. En caso de dudas, puedes acudir a tu profesional de la salud de referencia.

En caso de tener antecedentes de enfermedad cardiovascular como hipertensión arterial, diabetes, colesterol alto, problemas con el ritmo de los latidos cardíacos (arritmia), se recomienda realizar el seguimiento periódico con el equipo sanitario de referencia.

¿Cómo reconocer un ictus?

Síntomas de alarma

Reconocer los síntomas del ictus con rapidez y pedir ayuda de inmediato permite poner el tratamiento de forma urgente. Esto hace que aumenten las probabilidades de que la persona se recupere.

Si aparece de forma brusca alguno de los siguientes síntomas, podría tratarse de un ictus:


¿Qué hacer si aparecen los síntomas?

Cuanto antes reciba atención médica la persona afectada, mejor será su evolución. Por eso, si detectas cualquiera de los síntomas de alarma, llama al 112 de inmediato. Hay que solicitar atención sanitaria, aunque desaparezcan. Y recuerda: ¡El tiempo es importante!

El equipo sanitario podrá valorar la situación mediante tres peticiones:

  • Sonreír enseñando los dientes para comprobar que ambos lados de la cara se mueven igual.
  • Equilibrio: Cerrar los ojos y mantener los brazos estirados durante 10 segundos.
  • Problemas en el habla: Repetir una frase.

Es importante anotar la hora a la que comenzaron los síntomas, porque el tiempo transcurrido es decisivo para valorar el tratamiento.


¿QUÉ NO HACER?

  • No esperar a que desaparezcan los síntomas.
  • No tomar ningún medicamento.
  • No comer ni beber.
  • No conducir hasta el hospital.
¡Tiempo perdido es cerebro perdido!

Cómo es el proceso de atención

Llegada al hospital: fase aguda

En el hospital se comprobará el tipo de ictus para tratarlo en función de cuál sea la causa.

En el caso del ictus hemorrágico, es preciso realizar una embolización, es decir, un taponamiento interno que va a ocluir la arteria rota.

El tratamiento del ictus isquémico consiste en, utilizar fármacos trombolíticos, que disuelven el trombo que está obstruyendo el riego de sangre, o extraerlo de la arteria mediante cirugía (trombectomía).

La unidad de ictus del hospital será parte imprescindible en el cuidado de la persona durante esta fase.


Rehabilitación: fase subaguda

Comienza una vez que se estabiliza a la persona afectada. Esta fase se centra en ayudar a las personas con lesiones cerebrales a que recuperen la mayoría de sus capacidades físicas, mentales y sociales (neurorrehabilitación), y conseguir que sean lo más independientes posible, adaptándose a las posibles secuelas. El objetivo final es que puedan integrarse de la forma más apropiada en su nueva situación y mejorar su autonomía. El equipo rehabilitador suele estar compuesto por médico/a rehabilitador/a, fisioterapeuta, neuropsicólogo/a, logopeda, terapeutas ocupacionales…

El tiempo de rehabilitación tras un ictus varía en función de la gravedad del episodio. Es importante comenzar la rehabilitación en una fase temprana para aprovechar que las neuronas tienen la capacidad de modificar su actividad como respuesta a cambios del entorno (neuroplasticidad).

La mejoría suele ser más notable en los tres primeros meses de rehabilitación. En los casos más graves, la rehabilitación se puede prolongar de seis meses a un año. En esta fase se observan cada vez menos progresos y el proceso se va estabilizando, siendo más evidentes las secuelas que permanecerán.

Las personas se recuperan de diferentes formas, por eso el tiempo de rehabilitación varía en función de los objetivos que se establezcan, además del grado de lesión en el cerebro.


Adaptación a la vida cotidiana: fase de integración

Una vez que las secuelas se han estabilizado, comienza la etapa de adaptación a la vida cotidiana. En esta fase el objetivo es mantener las mejoras logradas durante la rehabilitación a través de terapias de mantenimiento, así como fomentar la autonomía personal.

Posibles secuelas

Las consecuencias del ictus varían en función de la zona del cerebro afectada. Estas alteraciones pueden afectar de forma notable a la calidad de vida de la persona.

Alteraciones musculares: Debilidad muscular a la que se denomina paresia, y puede afectar a un segmento del cuerpo (cara, brazo o pierna), o a un lateral completo (hemiparesia). Si se pierde la fuerza por completo, se llama plejia, o hemiplejia si afecta a la mitad del cuerpo. Los primeros días no hay tono muscular, pero con el tiempo, si no se rehabilita, el tono aumenta en exceso y no podrá mover el miembro afectado.
Alteraciones sensitivas: Es normal notar sensaciones como hormigueos, acorchamiento o falta de sensación al tacto en una parte o la mitad del cuerpo (hipoestesia).
Trastornos de la visión: La pérdida de visión de la mitad del campo de visión (hemianopsia) es la más frecuente tras un ictus. Otra posible alteración es la visión doble (diplopía), que se corrige cuando se cierra uno de los ojos y tiende a mejorar con el tiempo.
Trastornos del lenguaje: Incapacidad para construir y combinar palabras y frases (afasia motora), problemas en la pronunciación (disartria) y/o de comprensión (afasia sensitiva).
Trastornos del equilibrio: Dificultad para coordinar los movimientos y mantenerse estable (ataxia). Tendencia a la caída.
Dificultad para tragar o disfagia: Este problema es más frecuente en los primeros días tras el ictus y suele desaparecer, pero en algunos casos es permanente.
Incontinencia urinaria: Suele ser pasajera, aunque podría perdurar en las personas con gran afectación.
Trastornos emocionales: Ansiedad, cambios emocionales intensos y rápidos (labilidad), y episodios de depresión, especialmente en los meses posteriores al ictus.
Alteraciones cognitivas: Dificultades para mantener la concentración, para planificar y organizar tareas y disminución de la memoria. Puede mejorar con el tiempo.
Trastornos del sueño

Recomendaciones para la persona cuidadora

La persona cuidadora principal y la familia pueden llegar a sufrir un desgaste físico y psicológico por los esfuerzos que realizan durante el cuidado de la persona afectada por un ictus. Por eso es importante comprender que para poder cuidar hay que cuidarse.

Además, se pueden encontrar situaciones de estrés emocional derivados de la dependencia en los cuidados y de los cambios de ánimo de la persona cuidada. Ante esta situación, se recomienda consultar con profesional de la salud.

¡Recuerda! Para poder cuidar de otras personas, primero tienes que cuidar de ti

Recomendaciones para el autocuidado

  1. Lleva una alimentación saludable y realiza ejercicio físico de forma regular.
  2. Duerme lo suficiente y descansa.
  3. Evita hábitos tóxicos: tabaco, alcohol y drogas.
  4. Planifica el día y dedica parte del tiempo a tus necesidades.
  5. Mantén las aficiones e intereses, y evita el aislamiento.
  6. Lleva una vida activa, ayudará frente a las preocupaciones, la falta de motivación y la tristeza.
  7. Realiza ejercicios de relajación para reducir el estrés.
  8. Pon límites: “Necesito tiempo para mí”.
  9. Ten tu propio espacio.
  10. Pide ayuda en cuanto la necesites. No esperes.

Persona cuidadora.
Kronik ON Programa

Ficha completa “Cuidarse mientras se cuida. Persona cuidadora”


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Formación online (6 semanas)

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Solo puedo dar las gracias, por sentirme apoyado en este curso. Cada uno tenemos una situación pero todos compartimos nuestras dificultades y alegrías y ayuda en el caminoParticipante del taller

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Siento más energía y bienestar, y gestiono mejor las emociones negativas. Me cuesta menos expresarme de forma asertiva Participante del taller

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  • Sesiones de 2 horas y 15 minutos (un día por semana).
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Aunque alimentación y actividad física son los pilares, dedicamos espacio y tiempo a otros aspectos fundamentales del autocuidado: la importancia de un buen descanso mental y físico y la gestión de las emocionesParticipante del taller

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